domingo, 9 de octubre de 2011

Los costes del horario español

Reproduzco y suscribo enteramente el artículo de Fiona Maharg-Bravo en El País Negocios del 25/09/2011.

España está asolada por una tasa de desempleo del 21%, pero también necesita soluciones creativas para incrementar la productividad de los que trabajan. Queda pendiente una reforma laboral más profunda, y habría que reducir las cargas sociales para incentivar el empleo. Pero una forma modesta de incrementar la productividad sin coste alguno, que puede parecer absurda o ilógica a primera vista, sería acortar los almuerzos.




Los españoles tienen una de las jornadas laborales más largas de Europa, según la OCDE. Otros estudios muestran que duermen menos que la media europea. Una de las razones fundamentales es un almuerzo maratoniano, que empieza tarde (a las 14.00) y dura al menos dos horas. La jornada laboral se alarga a menudo más allá de las 20.00 para mucha gente. Las horas de máxima audiencia televisiva se prolongan hasta después de medianoche.

Esto no siempre ha sido así. La pausa larga para comer se desarrolló en la España de la posguerra, cuando muchos ciudadanos tenían que tener dos trabajos para llegar a fin de mes y necesitaban el mayor descanso posible entre los dos.

Una salida de la oficina a las 17.00 o las 18.00 podría ahorrarles dinero a las empresas reduciendo las facturas de la calefacción y de la luz. También permitiría que los padres que trabajan gastaran menos en largas horas de guardería. Y finalmente, unos días laborables más racionales podrían hacer que la gente se fuera a dormir más temprano. Esto mejoraría la concentración en el lugar de trabajo y en el colegio, y daría lugar a un menor número de accidentes de tráfico y de trabajo.

¿Pero cómo se consigue que la gente cambie sus hábitos? Las empresas podrían empezar por tener unos horarios de trabajo más flexibles. Podrían fomentar una hora del almuerzo más corta y empezar a programar reuniones a las 15.00. Esto ya sucede en algunos sectores, o durante el verano, pero dista mucho de ser algo generalizado. Los jefes podrían dar ejemplo marchándose de la oficina no más tarde de las 18.00 la mayoría de los días. Todo el mundo seguiría su ejemplo.

Algunos pueden quejarse de que las ciudades como Madrid perderían su energía, sobre todo nocturna. Pero se podría disfrutar más el fin de semana. Los trabajadores a menudo se quejan de sus largas jornadas laborables y la difícil conciliación. El hacer cambios en la forma en que España trabaja, cambiando la forma en que España almuerza, tiene sentido.

3 comentarios:

  1. “Tenemos los horarios más exóticos del mundo occidental”, declaraba el pasado agosto, en una entrevista con ABC, el secretario de Estado de Servicios Sociales, Juan Manuel Moreno, quien ve en ello una amenaza para la cohesión familiar. Moreno aboga por “una jornada más intensa”, con un almuerzo más breve y que permita terminar de trabajar más temprano para poder disfrutar de la familia y el tiempo libre. Especialmente crítico se mostró con que la Liga de Fútbol fijara horarios de partidos a las once de la noche.

    En esa línea, el congreso que comienza este martes persigue concienciar a todos los estamentos de la sociedad española acerca de la necesidad de un mejor uso del tiempo y de la racionalización y flexibilización de los horarios laborales.

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  2. Desde la conferencia internacional de Washington en 1884, el meridiano de Greenwich quedó fijado como referencia para establecer los husos horarios en todo el mundo. España se ubicó en el huso europeo occidental, el mismo que Portugal, Reino Unido y Francia, con una hora de diferencia respecto a los países de Europa central. Pero en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, Alemania impuso el huso central a Francia y, en paralelo, Reino Unido, Portugal y España decidieron atrasar también sus relojes por diversas razones bélicas. Mientras que Londres lo hizo para evitar confusiones de horarios con sus aliados, Franco lo decidió como gesto de simpatía hacia Hitler.

    En 1945, al terminar la guerra, tanto Gran Bretaña como Portugal volvieron al huso horario occidental, el que les corresponde según el meridiano de Greenwich, pero no así Francia ni España. Francia decidió no hacerlo porque una gran parte de su territorio se sitúa en el huso central, mientras que España no cambió simplemente porque Franco decidió no hacerlo, pese a que la inmensa mayoría de la Península está ubicada geográficamente en el huso occidental. Un gran error histórico que explica en parte por qué en este país se come y se cena más tarde que en el resto de Europa. Según la hora oficial, almorzamos sobre las dos de la tarde y cenamos a las nueve de la noche, pero según la hora solar lo hacemos como el resto de los europeos: a la una y a las ocho.

    Las soluciones están claras: situar a España en el huso horario que le corresponde (lo que supondría atrasar una hora los relojes), cambiar los horarios de trabajo, fomentar la jornada continua y, sobre todo, parar para almorzar una hora como máximo.

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  3. La ministra de Sanidad, Ana Mato, pidió en abril de 2014 a las televisiones privadas que adelantaran los programas de máxima audiencia, a lo que las operadoras contestaron que lo harían cuando la audiencia cambie sus hábitos.

    Es una pescadilla que se muerde la cola, pero olvidan los que tienen capacidad de decisión que los ciudadanos ya han hecho esfuerzos. Las comidas, por ejemplo, se han ido adelantando poco a poco y ya no son tan largas y copiosas como antes. Sin embargo, los horarios laborales no se acortan en la misma medida y las televisiones, salvo excepciones, mantienen sus tardíos horarios nocturnos.

    Los canales públicos están obligados a dar el primer paso, en lo que quizá la ministra tiene más posibilidades de ser escuchada. Los mismos políticos, que apoyan el cambio, deberían ser los primeros en renunciar, por ejemplo, a los plenos parlamentarios que no siguen después de comer, sino que empiezan después de almorzar. Pero esta no es una responsabilidad única de los políticos. Los directivos y los empresarios deben comprender que concentrar la jornada no es un gracioso regalo para sus empleados, sino un cambio que reducirá gastos y aumentará la productividad de sus empresas.

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