En la entrada La prevención de la delincuencia dije que dedicaría una a medidas contra este delito, y otra contra la violación de mujeres adultas.
La razón: mientras que para prevenir los otros delitos quienes principalmente deben tomar las medidas son las autoridades, y para prevenir violaciones de mujeres adultas (digamos a partir de 15 años, aunque realmente no se pueda fijar un umbral), quienes deben adoptar la mayoría de las medidas de protección son las propias mujeres, para prevenir los abusos a menores quienes deben tomarlas son los padres.
Esto no quiere decir en absoluto que, si se produce el abuso, los padres sean responsables por no haber adoptado estas u otras medidas; el responsable SIEMPRE será el abusador.
Una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños varones pueden convertirse en víctima de abuso sexual antes de llegar a la mayoría de edad. En esta entrada (elaborada a partir de la información sobre la cuestión disponible en Internet) se empleará "niño" como término no marcado, refiriéndose tanto a la niña como al niño varón, ya que no se observan diferencias significativas en la incidencia de los abusos y en las medidas para prevenirlos.
Entre un 60 y un 70 % de los abusos los ejercen familiares y personas del entorno próximo al niño. En muchos casos los comete el padre biológico, o bien el nuevo compañero de la madre sobre los hijos que ella tuvo con otro hombre. Otras veces son profesores de la escuela a la que asiste el niño, sacerdotes, familiares, e incluso desconocidos. También se dan abusos sexuales entre los propios escolares (distintos del acoso escolar, que será el tema de otra entrada).
Las consecuencias a largo plazo de haber sufrido violencia sexual en una edad temprana son muy graves, e incluyen depresión, ansiedad, estrés postraumático, drogadicción, delincuencia, prácticas sexuales arriesgadas, contagio de enfermedades de transmisión sexual y embarazo adolescente. Muchas de las víctimas de abusos continuados acaban suicidándose.
Para evitar estos abusos deberían tomarse las siguientes medidas:
1. La prevención de los abusos debe empezar a los 3 años, explicando a los niños qué partes de su cuerpo no deben permitir que nadie (salvo el médico) les toque.
2. Explicarles que existen secretos que no deben ser guardados, porque guardarlos hace daño, y es necesario contarlos para que dejen de hacer daño. Ante ellos, introducirse una piedrecilla en el zapato, andar unos pasos y mostrarles la marca que deja en el pie. Explicarles que hay que sacar la piedrecilla, porque si no hace una herida que sangra y duele muchísimo más.
3. Dejarles claro que hay personas malas que pueden intentar obligarlos a guardar secretos mediante amenazas, pero que esas amenazas son mentira y no se llevan a cabo.
4. Hablar del tema periódicamente, al menos una vez cada dos años. El cerebro de los niños se encuentra en constante desarrollo, y una de las cosas que hace es olvidar información que no se verifica en la experiencia (como, afortunadamente, ocurrirá en la mayoría de los casos).
5. El abuso ocurre cuando un adulto está a solas con el niño (salvo en el caso del ciberabuso, que se trata en el último punto). Los padres deben intentar conocer a la persona con quien se queda su hijo y, después, preguntar al niño si se lo han pasado bien, a qué han jugado, etc.
6. Los abusadores manipulan a los niños para que crean que la culpa es de ellos, o que lo que están haciendo es normal, o un juego. Pueden amenazar al niño con hacerle daño a él o a otras personas de su familia. Esas amenazas pueden conseguir su propósito si los padres no han explicado antes al niño que son mentiras.
7. Señales físicas como irritación, inflamación o sarpullido en los genitales, infecciones de vías urinarias, dolor abdominal o de cabeza fruto de la ansiedad, retraimiento o depresión, exceso de autoexigencia, o rabia y rebeldía inexplicables, pueden ser síntomas de abusos sexuales. Pero hay que valorarlos muy cuidadosamente: cada uno de estos síntomas puede darse en niños que no estén sufriendo ningún abuso.
8. Lo que sí puede ser un síntoma claro es un cambio brusco en el niño: era alegre y se vuelve triste; sacaba buenas notas y empieza a suspender; era tranquilo y comienza a tener rabietas, etc. Ojo, porque esto también puede ocurrir si es víctima de acoso escolar. En estos casos, el progenitor con el que el niño se encuentre más a gusto (generalmente la madre) debe hablar con él (mejor uno solo que los dos a la vez, lo que puede cohibir al niño) e intentar averiguar, con mucho cariño y ternura (sin asomo de ansiedad, sin tensión, que no conseguirán más que el niño se cierre en banda) qué ocurre. Si no se consigue hallar, conviene consultar a un psicólogo infantil.
9. Un comportamiento y lenguaje abiertamente sexual y atípico para la edad pueden ser también signos de alarma.
10. Mucho cuidado con la reacción si el niño cuenta que es víctima de abusos: responder con incredulidad, rabia o enfado puede hacer que el niño intente justificar la acción, que cambie la versión o que evite nuevas preguntas sobre el tema. Ante el niño debe actuarse con contención, como si se tratara de un tema de importancia menor, como un resfriado, que exige acudir al médico, sí, pero que se cura y no va más allá. Una vez fuera de la presencia del menor, debe denunciarse inmediatamente el caso a la policía, para que el abusador sea puesto a buen recaudo y no cause más víctimas. Si se sospecha que podría haber abusado también de otros niños (como en un entorno escolar, por ejemplo) debe difundirse el caso y animar a otros padres a preguntar a sus hijos y denunciar.
11. Todo centro escolar, y todo centro donde un adulto trabaje con menores (polideportivos, catequesis, campamentos de verano...) debe contar con un protocolo antiabuso, firmado por el responsable del centro (por ejemplo, el director de la escuela), que debe exponerse legible y públicamente en la pared de una zona transitada (no vale un desván ni un cuarto de la limpieza). Debe cumplirse este protocolo (por ejemplo en lo referido a la entrada de profesores en los vestuarios) aunque no haya habido denuncias por abuso (el protocolo es, precisamente, para evitar los abusos). Si cualquier padre considera que no se cumple, podrá exigir su cumplimiento.
12. Toda persona denunciada por abuso a menores deberá ser suspendida inmediatamente del trato con ellos. Eso sí, se le mantendrá su sueldo íntegro y no podrá ser despedido ni represaliado de ninguna manera hasta que recaiga sentencia firme. La policía y la fiscalía investigarán hasta el final las denuncias recibidas, que no podrán ser retiradas en ningún caso, y que deberán acabar, necesariamente, bien en una condena al abusador, bien en una absolución por falta de pruebas que reconozca que había indicios suficientes para investigar el caso, o bien en una condena al denunciante por denuncia falsa al carecer de indicios suficientes para efectuarla.
13. El ciberabuso, conocido por el término inglés grooming, (y distinto del ciberacoso) consiste en que el abusador adulto se introduce en un chat de niños, y se gana la confianza de uno de ellos, fingiendo ser de su edad. Lo incita a que le mande fotos en grados crecientes de desnudez y, valiéndose de ellas, lo chantajea, amenazando con difundirlas, para conseguir fotos cada vez más explícitas, o un encuentro físico. A este respecto, como explica detalladamente esta entrada del Instituto Nacional de Ciberseguridad, la reforma de 2015 del Código Penal español castiga, por un lado, la simple propuesta al menor de un encuentro; por otro, la petición al menor de fotos de contenido sexual; y finalmente, la difusión en redes sociales de fotos o vídeos sexuales que dos personas (menores o adultas) se hayan intercambiado con el propósito implícito de no difundirse a más gente. Para evitar el ciberabuso, no debe comprarse al niño su teléfono móvil antes de que cumpla once años. Antes de que empiece a navegar por Internet, debe advertírsele que allí puede haber gente mala que le quiere hacer daño. Para evitarlo, nunca debe facilitar su domicilio, ni su teléfono, ni fotos donde no aparezca completamente vestido.
Mete "Lo que hay que hacer" en Google y mira qué te sale: enlaces a un libro "Lo que hay que hacer con urgencia" del que las primeras páginas no están disponibles para descargar. Y mientras, tu ciudad, tu país, tu planeta bullen de problemas a los que no se pone remedio adecuado, cuando existen soluciones para todos. Escribo este blog desde Madrid, España, la Tierra, para unir mi voz a los que proponen estas soluciones y presionan para que se apliquen.
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Lo más urgente es una formación obligatoria, unos protocolos y una reforma profunda del proceso judicial para que en los casos de abuso sexual infantil se respeten de verdad los derechos del niño y también sus necesidades particulares: que haya juzgados específicos, con jueces preparados y juicios rápidos para que el menor declare solo una vez, en privado, con la presunción de que está diciendo la verdad. Cuando se trate de niños, hay que dejar de distinguir por ley entre abuso y agresión: siempre es agresión.
ResponderEliminarQuiero que apruebe una nueva ley que erradique la violencia contra los menores y adolescentes, y que se centre especialmente en las medidas preventivas, tal y como le ha sugerido en dos ocasiones el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas al Gobierno de España.
Las vivencias traumáticas de la violencia sexual nunca se olvidan y forman parte de la memoria de la persona y de su biografía, sin que haya tenido opción de elegir. Por eso son importantes las terapias especializadas y científicas para dotar a las víctimas de herramientas para hacer frente a los recuerdos.
ResponderEliminarEl apoyo familiar, la respuesta de comprensión social y la condena jurídica son pilares claves para la recuperación emocional. Las víctimas necesitan el acompañamiento de la sociedad a la que pertenecen y la repulsa al agresor.