¿Qué es el progreso? El primer ministro francés nos dice que su prioridad es el crecimiento y el empleo. No basta con el crecimiento, todo depende de qué se hace con él; no basta con el empleo si este no garantiza una vida digna. El progreso, si la izquierda aspira a significar alguna cosa, debe medirse en función de la libertad y de la igualdad.
Posteriormente he analizado con mayor rigor esta dicotomía en La regresión ideológica.
¿Qué es el progreso? ¿Cómo medimos que una sociedad ha progresado más que otra, que está más avanzada? ¿La izquierda debe perseguir el progreso y solo el progreso? ¿La derecha es necesariamente inmovilista? Echemos un vistazo al diccionario de la RAE:
izquierda: conjunto de personas que profesan ideas reformistas o, en general, no conservadoras.
derecha: conjunto de personas que profesan ideas conservadoras.
progreso:
- Acción de ir hacia adelante.
- Avance, adelanto, perfeccionamiento.
Resumiendo: la izquierda la forman las personas que desean un cambio a mejor, es decir, que se progrese, y la derecha, las que desean que las cosas no cambien. Por tanto, ser de izquierdas y ser progresista es lo mismo. Ser de derechas y ser conservador, también. Y ser de centro es imposible: o quieres que las cosas cambien o deseas que no cambien, pero no a la vez (ya no pienso así; en la nueva entrada sobre este tema explico por qué).
(inciso: considero tan legítimo ser de izquierdas como ser de derechas. Es plenamente humano querer que las cosas cambien, y también lo contrario, ya porque se piense que así están bien, ya porque se tema que, al intentar mejorarlas, lo que consiga es empeorarlas: "más vale malo conocido que bueno por conocer". Pero lo que importa es ser honrado. Obviamente este es un blog de izquierdas, que busca cambios a mejor en una serie de ámbitos, escrito por una persona de izquierdas.
Ser de izquierdas tampoco significa necesariamente que se vote a partidos que se digan de izquierdas: puede no tenerse confianza en que esos partidos traigan cambios a mejor.)
Queda pues contestada una pregunta: la izquierda debe perseguir el progreso, o no es izquierda. Pero resta la importante: ¿qué es el progreso? Ahí es donde discrepo de Ramoneda: el progreso de una sociedad no debe medirse solo en términos de libertad e igualdad. Para la igualdad tenemos el coeficiente de Gini: 0: perfecta igualdad: todos tienen los mismos ingresos. 1: completa desigualdad: una persona tiene todos los ingresos y las demás, ninguno. Supongamos una sociedad de pequeños propietarios agrícolas: todos tienen ingresos parecidos, pero no disponen de maquinaria y su escasa capacidad para tratar enfermedades hace que vivan de media 50 años. Contrapongámosla a una sociedad industrial: hay ricos y pobres, pero la sanidad pública universal ha puesto la esperanza de vida en 82 años. ¿Cuál de las dos ha progresado más? ¿En cuál preferiríamos vivir?
¿Y la libertad? Una vez alcanzada la democracia (y no digo "una democracia real" ni "una auténtica democracia", porque no admite apellidos) ¿se puede avanzar más? Dicho de otro modo: ¿un partido de izquierdas en una democracia occidental puede captar el apoyo de los votantes prometiéndoles mayor libertad? Yo creo que no, que esas personas que desean cambios a mejor, y estarían dispuestas a votar a quien los proponga, los desean en otros aspectos.
Para mí, el progreso supone la reducción del sufrimiento humano, en todos los aspectos: sanitario, económico y psicológico. Estos serían, por tanto, los indicadores de progreso que los partidos de izquierdas deberían recoger en sus programas, para mejorarlos:
- Indicadores directos (a mayor valor del indicador, mayor progreso):
- Esperanza de vida al nacer (años)
- Años de vida sin enfermedades incapacitantes (por ejemplo, alzheimer)
- Renta per cápita
- Porcentaje de hogares con electricidad
- Porcentaje de hogares con agua corriente y saneamiento
- Porcentaje de personas que ha leído un libro en el último año
- Porcentaje de hogares con acceso a Internet
- Ratio (población activa) / (población en edad de trabajar): este indicador mide la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. En países como Noruega es muy alto, pero bajo en otros como Japón, donde el porcentaje de mujeres que trabajan fuera de casa es reducido.
- Porcentaje del PIB que se destina a ayuda al desarrollo
- Porcentaje del PIB que se destina a I + D
- Participación media en elecciones nacionales
- Mortalidad infantil
- Porcentaje de desempleo
- Porcentaje de población en situación de pobreza extrema (ingresa menos del 40% del ingreso medio)
- Fraude fiscal (porcentaje del PIB que supone la economía sumergida o informal)
- Porcentaje de alumnos que abandonan, por no poder pagarse los estudios, una enseñanza en la que hay demanda de profesionales formados
- Posición del país en el índice de corrupción de Transparencia Internacional (los primeros países apenas tienen corrupción, mientras que los últimos están completamente podridos)
- Balance de emisiones de CO2 por habitante (toneladas emitidas menos toneladas absorbidas)
- Accidentes de tráfico por mil habitantes
- Muertes violentas por mil habitantes
- Suicidios por mil habitantes
- Fracaso en la enseñanza primaria, secundaria, profesional y universitaria (porcentajes de alumnos que abandonan cada tramo de enseñanza sin obtener un grado)
- Embarazos no deseados (ojo: no es lo mismo que abortos, ya que se puede seguir adelante con un embarazo no deseado, y al revés, decidir abortar si, en un embarazo deseado, sobrevienen malformaciones)
- Número de hijos por mujer
- Edad de jubilación
- Porcentaje del ingreso que se destina al ahorro
- Inflación
- Presión fiscal
- Alfabetización (es de importancia relativa, porque hay mucha gente que, en teoría, sabe leer y escribir, pero en la práctica no lee nada)
- Porcentaje de personas que han terminado una carrera universitaria
Para bien o para mal, ser de izquierdas es fundamentalmente la búsqueda de la igualdad social por medio del reparto de la riqueza y el fomento de la igualdad de oportunidades, en contraposición a los que defienden la meritocracia y la defensa de que los bienes que cada individuo consiga redunden solo en su beneficio.
ResponderEliminarUna de las mayores señas de identidad de la izquierda es la defensa del individuo, independientemente del sitio en el que ha nacido. Importan las personas y no la lotería del territorio donde les ha tocado nacer.
El académico y político estadounidense Yuval Levin explica los orígenes del pensamiento progresista y conservador a partir de Thomas Paine y Edmund Burke.
ResponderEliminarPaine fue un inglés de orígenes modestos y autodidacta, observador de primera mano de la Revolución Francesa y autor de brillantes panfletos como El sentido común y Los derechos del hombre, con los que inició la tradición de pensamiento progresista moderno y alentó la independencia de Estados Unidos. Para él, la política era un arte que debía desarrollarse únicamente mediante la razón —y la razón excluía la monarquía hereditaria—, consideraba que los ordenamientos jurídicos y las formas de organización política no eran sino un producto de la voluntad humana que toda generación tenía derecho a cambiar de acuerdo con lo que su tiempo le exigiera y que la política no era más que la búsqueda de la felicidad de los individuos.
Por su parte, Edmund Burke fue un escritor y político también inglés, de acomodado origen irlandés, que tuvo posiciones políticas moderadas hasta que el estallido de la Revolución Francesa le llevó a desarrollar, en magníficos libros e intervenciones parlamentarias, las nociones esenciales del conservadurismo contemporáneo y una defensa ponderada del statu quo. Según Burke, la política debía ejercerse mediante la razón, pero ignorar los sentimientos y los apegos irracionales llevaba a la catástrofe: la religión y la monarquía, y las ceremonias a ellas asociadas, decía, eran elementos que los ciudadanos apreciaban y necesitaban como elemento de unión social. Según Burke, los individuos no eran sólo eso, sino miembros de una comunidad que por el mero hecho de nacer estaban condenados a recibir el mundo que les dejaban sus padres y tratar de dejárselo a las siguientes generaciones en un estado lo más armónico posible. Para ello, había que olvidarse de revoluciones y limitarse a cambiar aquí y allá lo que no funcionara y dejar que, en lo sustancial, la sociedad evolucionara lentamente de acuerdo con sus tradiciones y costumbres.
Primero. Crear instituciones que favorezcan la estabilidad macroeconómica y la preservación de los servicios públicos fundamentales (educación, sanidad, pensiones). Para ello necesitamos practicar un keynesianismo bien entendido: ahorrar en tiempos de bonanza y gastar en los de depresión.
ResponderEliminarSegundo. Fortalecer la política contra los monopolios, los cárteles y los privilegios concesionales y corporativos. Estas actividades, que elevan precios y márgenes, son como sanguijuelas que sangran la renta y el bienestar de los consumidores. A la vez, impiden la entrada de nuevas empresas más innovadoras. Necesitamos una liberalización profunda de los mercados de bienes y servicios, a la vez que una regulación más exigente de los mercados financieros.
Tercero. Dar un giro radical a las políticas empresariales. Virar el rumbo desde la rentabilidad hacia la productividad. La devaluaciones salariales, las subvenciones, las rebajas de impuestos y la desregulación laboral van orientadas solo a la rentabilidad. Si ponemos el foco en la productividad veremos más clara la necesidad de priorizar la educación, la formación, la inversión y el I+D.
Cuarto. Un Estado menos intervencionismo y más innovador y emprendedor. La rivalidad entre Estado y mercado es un tópico interesado de la "Belle Époque". Allí donde las cosas funcionan bien, el Estado tiene un papel fundamental en la mejora de la productividad, en la promoción de inversiones productivas que no hace el sector privado y en la creación de nuevos mercados.
Quinto. Un nuevo Estado social volcado en la igualdad de oportunidades. Las políticas actuales del Estado del bienestar y el sistema fiscal protegen bien el bienestar de las generaciones mayores y de las clases acomodados, pero dejan desprotegidas a las generaciones más jóvenes. El Estado social del siglo XXI tiene que orientarse a la igualdad de oportunidades.
La retórica izquierda-derecha ya no captura los dilemas básicos actuales. La escisión fundamental es ahora entre progresistas y reaccionarios. Esta división coincide con la existente entre pragmáticos o racionales por un lado y antisistema o populistas por otro. Y sí, en esta escisión, el PSOE está con el PP y no con Podemos. Pero, sobre todo, coincide con la escisión entre globales y locales, que aleja al PSOE irremediablemente de los nacionalistas y de Podemos. La izquierda ha pasado de ser fundacionalmente “internacional” para ahora, precisamente cuando la globalización es real, volverse “nacional”.
ResponderEliminarEn autores ya clásicos del siglo XX la clave de la distinción entre derechas e izquierdas está en que, aceptando ambas los grandes valores ilustrados de libertad e igualdad, las derechas ponen un mayor acento en la libertad y las izquierdas, en la igualdad. Pero hay una cierta izquierda que se declara antiglobalizadora, proteccionista, antieuropea y partidaria de la democracia directa. Asimismo, hay una derecha, a la que se denomina extrema derecha, que también se afirma antiglobalizadora, proteccionista, antieuropea y partidaria de la democracia directa.
ResponderEliminar¿Cómo se pueden distinguir posiciones de izquierdas de lo el escritor Eduardo Mendicutti llama posiciones progresistas?
ResponderEliminarLa contraposición señala directamente a otro de los problemas que surgen para definir a la izquierda: saber dónde acaban los valores y dónde empieza la ideología. Irene Montero cree que son indivisibles y que los valores se tienen que “concretar en decisiones políticas”. Pero el problema, según el historiador Abdón Mateos es que esos valores “no son exclusivos de la izquierda. El pacifismo, la antiviolencia, el anticonsumismo, la honradez, el ecologismo, el antiglobalismo, la cultura. Es muy genérico”.
El problema de la izquierda actual es que la derecha ha absorbido sus mejores ideas, y le ha comido la tostada. Vaga, por tanto, desconcertada y confusa entre el buenismo, el populismo, la utopía y las ideas de bombero, intentando recuperar el voto de un sector, el de los trabajadores, que cada vez entiende menos el nuevo concepto de izquierda. En mi barrio obrero hace 35 años todo el mundo votaba a la izquierda, ahora hay más votantes de izquierdas en el barrio pijo de chalés que hay tres kilómetros más para allá. El concepto de derecha-izquierda está muerto, y los países avanzados lo han reemplazado por el concepto de buena gestión, ideológicamente poco cambiante.
Al perder una gran parte del control de la realidad tras la caída del Muro de Berlín, la izquierda se ha centrado y se ha afanado en el control de lenguaje. Hay que admitir que esa batalla la ha ganado. La imposición de la corrección política es una consecuencia de esa maniobra. Así pues, en la modesta opinión de este ciudadano, ser de izquierdas hoy día consiste básicamente en vivir en privado como una persona de derechas pero hablar en público como una persona de izquierdas. Y esto no es baladí, pues el lenguaje crea realidad y modela el pensamiento. Pero, obviamente, el lenguaje por sí solo no transforma el mundo. Ahora ser de izquierdas pasa, en definitiva, por denunciar todo lenguaje o formulación que cuestione la posibilidad de la utopía. La izquierda posmoderna se ha convertido en un Peter Pan colectivo que se enfurece en cuanto alguien le recuerda la imposibilidad de un mundo perfecto, así como el carácter imprevisible del factor humano.