domingo, 18 de diciembre de 2011

Sobre las drogas

En principio parece que la sociedad no tendría que meterse en lo que una persona hace con su cuerpo, aunque se lo dañe. Es su cuerpo, le pertenece y puede hacer uso de él de acuerdo con su libertad, mientras no perjudique a otros. El problema viene cuando algunas personas se aprovechan de las debilidades de otras para obtener un lucro perjudicándolas. Eso debe impedirse. Cualquier persona puede convertirse en adicta a cualquier sustancia o actividad, pero hay perfiles sicológicos más propensos: las personalidades adictivas, las que tienen mayor dificultad para tolerar situaciones de estrés o sufren falta de autoestima. 


La mayor parte de las drogas tiene efectos dañinos sobre el organismo del consumidor (el alcohol destroza el hígado; el tabaco, los pulmones; la cocaína, el cerebro; la heroína  ....). También provocan un notable daño social (tratamiento de las enfermedades que producen, accidentes y malos tratos provocados por el alcohol...). 

Está claro que las experiencias de prohibición de las drogas legales (en EE.UU., de 1920 a 1933 se prohibió el alcohol, y fue la causa de un notable aumento de la actividad mafiosa) no han funcionado. Pero tampoco han mejorado la situación las experiencias de legalización parcial (el famoso Needle Park de Zurich acabó cerrando; los coffe shops de Holanda, donde se vende libremente marihuana, son muy contestados: por un lado son motivo de fricciones con Francia y Alemania; por otro, se ha prohibido que vendan cannabis a extranjeros, y se quiere prohibir que vendan hierba con más del 15% de principio activo (tetrahidrocannabinol). De hecho, según la normativa holandesa, tales establecimientos son ilegales; lo que ocurre es que no se persiguen.

Lo que realmente funciona es suministrar a los adictos su sustancia, facilitarles medios higiénicos para consumirla y proporcionar terapia a los que quieran abandonarla. Los programas de metadona han hecho prácticamente desaparecer a los yonquis de las calles. Con la cocaína y las pastillas se debería hacer algo similar.

Las campañas contra el tabaco han hecho bajar el porcentaje de fumadores en EE.UU. del 20% en 1993 al 16% en 2009. La política más eficaz es aumentar el precio de la cajetilla (a la vez, por supuesto, que se reprime el contrabando). Creo que se deben ir restringiendo los horarios y los puntos de venta. Actualmente en España se puede comprar tabaco en estancos, quioscos, bares, gasolineras... Tras un proceso gradual, para permitir a los otros establecimientos amortizar las máquinas expendedoras que han adquirido, al final solo deberían quedar los estancos, que como máximo podrían abrir de nueve de la mañana a ocho de la tarde.

Con el alcohol (cualquier alcohol, incluidos vino y cerveza) se debería hacer algo similar, y prohibir su venta en establecimientos (supermercados, tiendas de ultramarinos, gasolineras...) que no fueran bares y licorerías. Los bares tendrían prohibido servir a un cliente más de dos dosis de licor fuerte, o servir a una persona que se encuentre en evidentes condiciones de embriaguez. En las licorerías habría un límite a la cantidad de alcohol que puede llevarse un mismo cliente en un día.

Pero por encima de todo hay que formar a la gente, desde muy pequeña, sobre la realidad de las drogas, más allá del Simplemente di no o Bad Night. Que cada persona sea consciente de las circunstancias que pueden llevarla a la droga (estrés, conflictos familiares, inconsciencia, impulsividad...) y de cómo puede salir. Y que, a partir de la edad que determinen los expertos, pero no antes de los veinte años, por los efectos que causa, aprendan a disfrutar de la única droga sana en pequeñas dosis, el alcohol, y a saborear, distinguir y apreciar sus infinitas variantes (vino, cerveza, pacharán, orujo, anís......).

7 comentarios:

  1. Y si llamamos a ambas cosas utopía (que no es otra cosa que el "plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación", en definición de la RAE), es porque lo son: la primera [la ambición de un mundo sin drogas o que logre una reducción sustancial de ellas], porque es impensable un mundo que renuncie a sustancias que permiten evadirse, alucinar, divertirse, funcionar o, en términos médicos, deprimir o estimular el sistema nervioso central al ritmo deseado. Y la segunda [ya que eliminar la droga es imposible, legalicémosla], por tres razones: a) porque es impensable una sociedad indiferente que admita la posibilidad de ver destruirse a una buena parte de sus miembros de forma legal; b) porque ninguna hiperregulación podrá quitar del mapa las fórmulas ilegales (mafias) que hagan llegar la droga a los menores, por ejemplo; y c) porque ningún consenso sobre el férreo control estatal que implicaría podrá ser afrontado por la mayoría de países, con gobiernos débiles y escasos recursos para imponerlo.

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  2. “Es necesario un régimen de control de drogas mundial, nuevo y mejorado, que proteja la salud y la seguridad de las personas. Las medidas basadas en ideologías represivas deben ser sustituidas por políticas más humanas y eficaces a partir de evidencias científicas, principios de salud pública y respecto a los derechos humanos. Esta es la única manera de reducir la muertes por drogas, las enfermedades, el sufrimiento, la violencia, el crimen, la corrupción y los mercados ilegales, producto de políticas ineficaces y prohibitivas."

    La Comisión hace varias recomendaciones fundamentales:
    - reorientar las políticas sobre drogas, entendiendo la cuestión como un problema de salud pública, y asumir el fracaso de las medidas represivas;
    - garantizar un acceso universal a las medicinas esenciales, en particular a los opiáceos contra el dolor;
    - eliminar la criminalización del consumo y posesión de drogas;
    - poner fin a los tratamientos de desintoxicación obligatorios;
    - buscar alternativas al encarcelamiento para aquellos que participen en menor escala en el tráfico drogas;
    - trabajar para reducir el poder de las organizaciones criminales, así como la violencia e inseguridad que se deriva de la lucha contra ellas;
    - apoyar y promover las diversas experiencias sobre regulación legal del consumo de drogas, empezando por el cannabis, la hoja de coca y ciertas sustancias psicoactivas nuevas.

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  3. La legalización de la tenencia de marihuana para consumo personal en la localidad de Lambeth, en los alrededores de Londres, propició un aumento en el consumo de drogas, pero redujo el número total de delitos, por la reasignación del esfuerzo policial hacia el control de otras infracciones distintas de la tenencia. Sin embargo, Kelly y Rasul (2014), evaluando también la experiencia de Lambeth, encontraron que la despenalización generó un aumento de hospitalizaciones debido a consumo de drogas duras, sobre todo entre los jóvenes. Ello sugiere que toda estrategia de despenalización del consumo debe considerar este tipo de efectos en la salud pública.

    Otras intervenciones, en vez de apuntar a cambios en la disponibilidad de alcohol o de drogas, buscan promover un uso medido y responsable. Tal es el caso de MultiSystemic Therapy (MST), Functional Family Therapy (FFT), o LifeSkills Training (LST), las cuales, administradas en instituciones educativas o en los propios hogares de los jóvenes en riesgo, por profesionales especializados en pedagogía o psicología, han mostrado resultados prometedores.

    En contraste, el programa para prevenir el uso de drogas entre los jóvenes conocido como D.A.R.E. (Drug Abuse Resistance Education), uno de los más extendidos en Estados Unidos y también administrado en escuelas, pero por parte de personal policial, no muestra resultados comparativamente positivos (Petrosino y Lavenberg, 2007).

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  4. Hay dos posiciones distintas y que parten de razonamientos muy diferentes.

    1. No intervenir con ninguna herramienta.Esta posición, con base en ideas libertarias, argumenta que los individuos tienen derecho a consumir sustancias psicoactivas sin la intervención del Estado, puesto que el principal afectado es el individuo mismo. Propone la legalización total como una política contra la intromisión del Estado en la vida de los ciudadanos.

    2. Regular. Esta posición reconoce que el consumo de sustancias puede ser perjudicial para la salud y aumentar ciertos tipos de delito. Propone prevenir el consumo y tratar a los consumidores usando herramientas de salud pública. Si bien esta posición no se opone al castigo estatal de los comportamientos violentos, enfatiza políticas de prevención que desestimulen el consumo, y programas de rehabilitación que impidan la reincidencia. La gran mayoría de consumidores de sustancias psicoactivas son ocasionales y no generan daños a los demás (Kleiman, Caulkins y Hawken, 2011), así que las políticas deben estar enfocadas en campañas de prevención que eviten que los patrones de consumo que inicialmente no son problemáticos pasen a serlo. Existen también adictos que no cometen crímenes, sino que tienen un problema de salud que debe ser atendido con herramientas de salud pública y no con herramientas de política criminal.

    Los países que han optado por regular el consumo de drogas usando herramientas de salud pública para prevenir patrones de consumo problemáticos y tratar a los consumidores dependientes y rehabilitarlos han mostrado resultados muy positivos, no solo en términos de menores daños asociados al consumo de drogas, sino también de menores tasas de prevalencia de consumos problemáticos y menores tasas de criminalidad asociada a mercados ilegales de drogas. Este es el caso en Portugal, Suiza y Holanda.

    Estas políticas de reducción de demanda logran el triple propósito de reducir el consumo, las rentas que reciben los grupos armados ilegales y la violencia que ejercen.

    La propuesta considerada hoy más eficaz contra el narcotráfico es utilizar estrategias de control selectivo (ver Kleiman, 2009), que consiste en dirigir los esfuerzos estatales contra las organizaciones narcotraficantes más violentas, de manera que el uso de la violencia se vuelva muy costoso para los narcotraficantes.

    Con esta estrategia, los gobiernos priorizan la reducción de la violencia sobre la erradicación total del mercado ilegal.

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  5. Portugal decidió en 2001 cambiar de delito a falta la compra y posesión de droga para consumo personal durante 10 días.

    Quince años después, el caso portugués se sigue como ejemplo internacional, no tanto por el cambio legal, sino porque fue acompañado de programas y servicios públicos de ayuda a los drogodependientes.

    El consumo de 2001 a 2015 no ha variado mucho, pero sí en efectos colaterales como las infecciones de VIH y las muertes por sobredosis.

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  6. Hacia 1990 el abuso de alcohol y drogas entre adolescentes preocupaba enormemente a las instituciones islandesas. Hoy el país nórdico se ha convertido en un ejemplo: el porcentaje de adolescentes que abusa del alcohol ha descendido del 48 al 5 %, el consumo de marihuana ha pasado del 17 al 7 %, y el tabaquismo ha caído del 23 al 3 %.

    Las medidas que consiguieron este éxito fueron estimular la cooperación entre institutos y padres, promulgar leyes con importantes prohibiciones, instaurar toques de queda y bombardear a este segmento de la población con actividades extraescolares que llenaran su tiempo.

    Se llegó a la conclusión de que los chicos que practicaban deportes y tenían buena relación con sus padres consumían menos drogas y alcohol.

    Esto se acompañó de la eliminación de publicidad de alcohol y cigarrillos en todas sus manifestaciones y de muy estrictas prohibiciones en la venta de tabaco y bebidas alcohólicas incluso hasta los veinte años.

    La introducción de actividades extraescolares de manera masiva, desde las deportivas hasta las artísticas, buscaba que los jóvenes estuvieran juntos y garantizarles bienestar físico y psicológico. Cubrían así las mismas necesidades que los muchachos buscaban en sus reuniones alrededor de las drogas y el alcohol. Los efectos de estas ocupaciones (reducción del estrés y la ansiedad) eran parecidos a los de las drogas, pero sin sus consecuencias negativas.

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  7. Las políticas sobre las drogas deberían cumplir los principios siguientes:

    1. Basarse en pruebas científicas. La meta principal de estas políticas debería ser redicir el daño que las drogas causan a la salud, la seguridad y el bienestar de los individuos y de la sociedad.

    2. Respetar los derechos humanos. Estas políticas no deben, por tanto, estigmatizar ni marginar a los consumidores.

    3. Las políticas contra las drogas deben ponerse en práctica mundialmente, pero deben tener en cuenta las diversas realidades locales.

    4. Estas políticas deben ser amplias (no solamente policiales), implicando a los consumidores, familias, escuelas, médicos, especialistas en desarrollo y líderes sociales.

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